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Crónica semanal - El día de la Mujer
28/03/2023 13:38 en Novedades

Crónica

Leandro Riveros

Había comenzado una semana rutinaria, desde el día lunes organicé algunos apuntes para escribir la crónica semanal, el tema central: las dificultades que afrontaba mi sobrino de 23 años para adquirir una visa canadiense de estudio. A pesar de cumplir en líneas generales con los requisitos exigidos, un enigmático NO sobre su aplicación nos había desbaratado una secuencia de actividades preparadas a su llegada. Pensaba entonces explicar en una lista corta los principales errores a evitar durante el proceso de solicitud de este tipo de visado. En mi fuero interno le culpaba (a mi sobrino) en cierta forma del rechazo, y no pasaron muchos días para soltarle una aventurera acusación en donde le decía que al no haber deseado lo suficiente venir a Canadá, el universo no lo había escuchado, pude ver la expresión de su rostro tratando de atenazar una burla que hubiese sido lapidaria en aquel punto de relaciones álgidas, pero cuando se lo dije a mi mama, es decir, a su abuela, la burla acumulada de quien no se pudo burlar en mi cara y quien no pudo evitarlo, se transformó en una carcajada que me pareció ligeramente exagerada e irrespetuosa, pero que terminó por contagiarme también y convencerme entonces que en lugar de culpas debería abordar el mal momento vivido utilizando la clásica versión familiar de consuelo, en donde se menciona en una forma escueta y abstracta que el tiempo y el momento no eran los adecuados.

Fue el miércoles cuando los primeros mensajes de algunos amigos futuristas que habitan en Australia anunciaron la llegada del día de la mujer, esta entrega nocturna era la primera parte de un puñado de cadenas de whats app que tomaron fuerza la mañana del jueves cuando por todos los frentes, emojis, gifs, corazoncitos titilantes y sonrientes, frases de admiración, buenos deseos, reflexiones punzantes y recriminaciones históricas fueron lanzadas como un despliegue de juegos pirotécnicos que hacían parte de una aun mayor estampida de expresiones bien intencionadas de reconocimiento femenino, que sobre el medio día tomaba la posta formal a través de comunicados empresariales cuidadosamente elaborados en donde más a modo de exoneración, se listaban un sinfín de logros profesionales y se enumeraban unas cifras que entrañaban por sí mismas una supuesta transformación que estaba teniendo lugar en las entrañas de las organizaciones en ese mismo momento.

Dejé pasar el día sin prestar mucha atención a lo ocurrido, tomé el mando de la cocina, recogí los platos y con una servilleta ultra absorbente limpié los excesos de las salpicaduras que estaban por todo el mesón, me molestaba un poco la llega imprevista de un par de chocolatinas que un familiar cercano en una parada express había obsequiado a mi hija y mi esposa para conmemorar el día y que para ser sincero generaban sobre mí una atención incomoda de difícil manejo, decidí entonces prolongar por un par de horas la hora de dormir, con el firme objetivo de alivianar el impase que sabia de ante mano vendría en forma broma sutil o fuego a discreción, pero que por muy leve que fuera, me generaría un malestar que definitivamente prefería evitar, así las cosas en el silencio de la noche retomé las respectivas notas que para ser sincero no tenían mucha forma, había escrito como tercer ítem del listado de los principales errores a evitar durante el proceso de solicitud de visado, contar con un poco de suerte y ante el documento estéril empecé un soliloquio vergonzoso. Había recogido las cortinas de las ventanas que dan al patio de la casa para evitar los mordiscos curiosos de la pequeña mascota recién llegada, también había reducido la distribución de la luz para recibir apenas la cantidad justa que me permitiera escribir algunas líneas, fue entonces cuando vino el viraje definitivo que ha cambiado el rumbo de esta crónica, como una aparición demoníaca o angelical, irrumpió sobre el costado izquierdo de mi ojo izquierdo una figura en movimiento que atrajo toda mi atención, se trataba de la vecina de la casa de atrás quien vestía el traje de Eva y caminaba desprevenida sobre el ventanal de su cocina, la práctica que llevaba a cabo con naturalidad nos sorprendió a ambos y convirtió en realidad aquella especulación que me había narrado mi esposa sobre un merodeo sensual de la pareja de chicas que habitaban en aquella casa, acostumbradas a pasear desnudas y exhibir sus voluptuosos cuerpos a la hora de dormir. La observé por un segundo sorprendido, si bien no era un intruso intencional estaba seguro de que mi aparición repentina iba a cambiar aquel momento de desinhibición de las chicas en el futuro, no pude evitar sentirme mal por apenas poder verla ese instante reducido, así como tampoco pude evitar escribir lo que voy a escribir en el siguiente texto que sigue a continuación:

El día de la mujercita había comenzado el lunes, decidimos que ella, la mujercita, nuestra hija de 16 años se quedara en casa para darnos una mano con su hermanito menor antes una inesperada jornada pedagógica del colegio, la propuesta de por si machista y sexista, fue aprobada rápidamente por ella misma quien vio en la oportunidad de quedarse en casa, una inmejorable ocasión de cortar el rezago en el uso de su celular que en el contexto del castigo actual le permitía un uso limitado del teléfono a un par de horas al día. El martes la vimos partir de casa en modo oscuro, una trusa negra acompañada de una blusa purpura de calaveras psicodélicas que creo me quedaría holgada incluso a mi y que le hacían pasar como una chica siniestra, el miércoles le dio un viraje importante a su atuendo, nuevamente un prenda ancha que en esta ocasión era su pantalón, unos bombachos de pana oscuros que nuevamente sería una potencial pieza de mi armario si perdiera toda mi ropa, el jueves vimos a mi hija en modo setentas, un pantalón bota campana y una blusa ceñida que exaltaba su delgadez y su belleza para culminar el viernes con una elección explosiva basada en un pantalón verde militar que dejaba entrever unas mallas negras mas una chaqueta personalizada de taches y un estampado blanco de calaveras que no pasaría desapercibido. Siempre que llega a casa merodea la cocina, revisa las ollas, desprecia las porciones pequeñas que cataloga de sobrados y a regañadientes come algo, las siguientes dos horas distribuye un poco de su atención entre la familia y su novio, le cuesta pero lo hace bien, con el pasar de los días entiende mejor el lenguaje de los adultos y aunque controla bien la rebeldía ocasionalmente muestra las dientes, como una creatura satánica que escupe sobre las sagrados escrituras, desconoce el castigo y hace un pequeño mitin que dura cada vez menos, ayer me ha preguntado si debe usar las botas rojas largas o las botas rojas cortas para la invitación que le ha hecho su novio, ambas opciones me han parecido aterradoras, considero sin embargo, que ante la fealdad de las alternativas quizás sean las de menor tamaño las menos hirientes ante el ojo ajeno, por lo cual le indico que debe escoger las largas, me observa con una sonrisa en donde me revela que ha entendido mi truco, mueve repetitivamente la cabeza como respondiendo con un no a preguntas que algo o alguien le formulan desde el interior, le pregunto entonces ¿que no qué? Y me dice que no entiende, le pregunto qué porque mueve la cabeza de un lado para otro y entonces me dice que simplemente le gusta el movimiento pendular de su arete derecho, un dije metálico en forma de relámpago que tiembla con el movimiento de su cabeza, viste las botas rojas largas y desaparece las próximas tres horas.

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